Descripción
Nuevos Mundos
De las Músicas Indígenas al Códice Trujillo
Sobre el Códice Trujillo
La música que recoge esta grabación es una muestra de la variedad formal y riqueza de materiales de la música practicada en la Península Ibérica y en América desde la época precolombina hasta avanzado el siglo XVIII, más allá de las convenciones existentes en Europa. Francisco Orozco y los intérpretes de Musica Prima, han sabido llevar a este programa obras de procedencia muy dispar marcadas por el marbete de la tradición audio-oral y de la memoria viva, esto es, el lugar propio donde se fija adecuadamente un arte efímero, de naturaleza temporal, como es la música ya sea culta o popular.
Aquí está, en efecto, la verdadera fuente o depósito de donde brota y se nutre la corriente por donde discurre el caudal del arte de los sonidos. Es en esta tradición audio-oral, donde el maestro aporta al discípulo los elementos sutiles, inmateriales, de la técnica y arte del respectivo instrumento, de la partitura del compositor, donde se guardan los arquetipos sonoros, donde el intérprete es eslabón insustituible de la cadena de la creación musical a lo largo de la historia.
Una buena parte de las obras contenidas en este CD traspasa los tiempos y las gentes del continente iberoamericano y peninsular, pues no han sido creadas y fijadas por escrito por un determinado autor para que fueran transmitidas en soporte gráfico y luego recuperadas por los musicólogos y los intérpretes de hoy. Al contrario, han podido ir a los escritos después de una andadura viva en la tradición oral, o sencillamente han quedado sin traspasar la barrera de la escritura hasta el día de hoy. Así, junto a un canto tradicional guagivo del Orinoco colombiano en lengua indígena, apenas recuperado en tiempos recientes, los intérpretes de Musica Prima nos hacen oír una plegaria a la Virgen, asimismo en lengua indígena, del compositor mexicano Hernando Franco (1532 – 1585), muestras testimoniales de villancicos castellanos de la Península y América de los siglos XVII y XVIII y sorprendentes cantos del Códice Trujillo de Perú, no suficientemente transitado todavía, a mi modo de ver, por musicólogos e intérpretes.
El Códice Trujillo, conservado en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid y conocido también como Codex Martínez Compañón, no es un documento estrictamente musical, sino un conjunto documental extraordinario de naturaleza etnográfica e histórica que, recogido por un obispo de origen navarro, Don Baltasar Jaime Martínez Compañón y Bujanda, fue remitido al Rey Carlos III para el Real Gabinete de Historia Natural. Dentro de este importante conjunto aparecen 20 piezas musicales escritas en notación de la época. El ilustrado clérigo, nacido en Cabredo, Navarra, el 6 de enero de 1737, fue destinado a Lima en 1767 para ocupar la dignidad de canónigo chantre en la catedral.
En 1780 fue elevado al orden episcopal para ocupar la Sede de Trujillo, Perú, hasta que en 1788 fue preconizado Arzobispo de Santa Fe de Bogotá, donde murió en 1797. Siendo obispo de Trujillo, hizo la visita pastoral de la diócesis entre 1782 y 1785. Hijo genuino de la Ilustración, tuvo la preocupación de dejar constancia de todo cuanto podía interesar a los hombres de su tiempo mientras cumplía con la obligación canónica de atender a la salud espiritual de los cristianos de su extensa diócesis. Así, como magnífico escribano y como músico competente que era trasladó al papel, dotadas de la correspondiente superestructura técnica que habían colocado en ellas los intérpretes, algunas de las músicas tradicionales que escuchó en sus correrías.
El mestizaje artístico es la nota esencial que algunos estudiosos ponen como característica de las músicas Iberoamericanas posteriores a la llegada de los españoles. La feliz expresión que aplicó por vez primera de manera rigurosa el musicólogo mexicano José Antonio Robles Cahero se utiliza muchas veces, a mi modo de ver, a todo el repertorio producido en los virreinatos y muy específicamente al repertorio que recientemente suele llamarse “barroco misional”.
Refiriéndome a la música de las Misiones guaraníes ya he sostenido en alguno de mis escritos que, salvo el hecho de cantar más frecuentemente en lenguas indígenas por motivos evangelizadores, ni el estilo ni las formas revelan singularidades suficientes como para poder determinar un “barroco misional” diferenciado del de las catedrales y de otros centros importantes donde se practicaba la música sacra. Para refrendar mi pensamiento sobre este particular traigo a colación la analogía de la música con la arquitectura y la pintura de las iglesias de las Misiones: Concepción, San Javier, Santa Ana, etc. Pintura y arquitectura misionales llegan a nosotros como proyectos barrocos realizados en unas obras acabadas por los propios indígenas.