Descripción
Domenico Scarlatti & Cia
Órgano Bosch del Palacio Real de Madrid.
A principios de 1756 se puso en funcionamiento el taller donde, bajo dirección del maestro Leonardo Fernández Dávila, se habría de construir el órgano para la capilla del nuevo Palacio Real de Madrid. El maestro Dávila estimó en dos o tres años el tiempo necesario para la obra, que se alargó, no obstante, hasta finales de 1759. Acabado el órgano, todos sus elementos tuvieron que quedar almacenados a la espera de ser montados, ya que las obras en la nueva capilla aún no estaban finalizadas. Esta situación se prolongará hasta 1771, fecha en la que, terminada la capilla, Dávila solicita permiso para poder instalar el instrumento. El montaje del órgano se inició en febrero de ese año, pero el maestro Leonardo muere apenas dos meses después sin poder concluir su obra. Según un documento del arquitecto Sabatini, Dávila, en su lecho de muerte, había designado al mallorquín Jorge Bosch como sucesor y como único sujeto capaz de llevar a buen término el instrumento en construcción. No en vano, Bosch había colaborado en la construcción de los órganos de la catedral de Granada, que Dávila construyó en el periodo 1744-9. Las gestiones para traer a Bosch desde Mallorca son inmediatas pero, ante la necesidad de concluir compromisos contraídos en la isla, su llegada a la Corte se demorará aún hasta mayo de 1772. Ya en Madrid, Bosch elabora un completo informe e inventario que describe las partes del órgano que estaban realizadas, las instaladas y las que faltaban por colocar.
A la luz de los documentos conservados, Leonardo Fernández Dávila había previsto la construcción de un instrumento excepcional, aunque en la línea de lo experimentado años antes en los órganos de Granada y Elche. En su proyecto, advierte Dávila: “Varios de los registros de los que se mencionaren son inventos míos, por cuya causa extrañarán los inteligentes así sus nombres como asonancias”, para luego explicar que “este Organo es un compuesto de dos sistemas facultativos, como son el Español e Italiano, en cuya inteligencia muchos registros tendrán diversos nombres por razón de los idiomas, pero en la sustancia serán lo mismo en Italia que en España”. Naturalmente, el proyecto de Dávila había sido presentado para su aprobación a diversos inteligentes en la materia y, sobre todo, a Francesco Corselli, maestro de la Capilla Real, y a José de Nebra, organista primero y vicemaestro. Nebra enseguida refiere: “Cuantos registros menciona en ella de que yo tengo noticia, todos son útiles, necesarios y sonoros… De los que habla como de invento propio suyo, no puedo decir cosa alguna sin más seguro informe…”. ¿Acaso la Corte recabó también la opinión de Domenico Scarlatti sobre el proyecto de construcción de este instrumento de corte hispano-italiano?.
En 1772, cuando Jorge Bosch retoma la obra del órgano, han muerto ya tanto José de Nebra como Domenico Scarlatti, pero también Fernando VI y María Bárbara de Braganza, los monarcas impulsores del proyecto inicial. Tal vez por esta razón, Bosch no se limita a montar el órgano de Fernández Dávila, sino que, sin deshacer lo ya construido, rediseña también a su gusto. De este modo, la terminación del órgano se demora hasta 1778.
Para entonces, la plaza de segundo organista de la Real Capilla está ocupada por José Lidón. Éste había nacido en 1748 en Béjar, en el seno de una familia de origen francés. Lidón había sido discípulo de Corselli y de Nebra en el Real Colegio de niños cantores y había entrado a servir como cuarto organista en 1768, tras la muerte de éste. La relación entre Jorge Bosch y José Lidón debió de ser muy estrecha. El organero se casaría con un hija del organista, Manuela, y, finalmente, totalmente arruinado a consecuencia de las deudas contraídas durante la construcción de su órgano de la catedral de Sevilla, moriría en casa de su suegro José Lidón en diciembre de 1800. No dudo de que la opinión y los consejos de Lidón fueran también decisivos durante el proceso de construcción del nuevo órgano.
La influencia del tratado L’Art du facteur d’orgues publicado por Dom Bèdos de Celles entre 1766 y 1778 también se dejó sentir en la construcción del instrumento del Palacio Real. Jorge Bosch conoce a fondo la obra y toma de ella, por ejemplo, las medidas para la “voz humana a la francesa” del primer teclado y el diseño del “temblor suave” y del “temblor fuerte”. Por eso, tal vez hubiese que considerar al instrumento de Bosch, glosando la descripción de Dávila, como un órgano compuesto de tres sistemas facultativos, español, italiano y francés. Sin embargo, el órgano del Palacio Real revela algo más que una simple yuxtaposición de estilos.
Lo más llamativo es, tal vez, su extensa paleta dinámica, que abarca desde las más vigorosas voces de la lengüetería exterior hasta el más sutil y casi imperceptible efecto de los ecos de la cadereta. Por otra parte, cada registro del primer teclado encuentra su réplica en el segundo y cada uno del segundo, su réplica en el tercero, de manera que pueden obtenerse también sutiles gradaciones de intensidad y de color al pasar de un teclado al otro con registraciones semejantes. Cada registro mantiene su personalidad propia que, no obstante, le permite mezclarse con cualquiera de los demás. Todo ello se obtiene gracias a la extrema calidad de la construcción y a la esmerada armonización del conjunto.
Resultan sorprendentes algunos de los registros inventados por Bosch, como la “flauta travesera” del segundo teclado, en la que el aire incide en el bisel como si proviniese de los labios de un flautista. La extraordinaria “voz humana en eco” del segundo teclado está encerrada en una caja en forma de laringe cuya apertura, manejada por el talón izquierdo del organista, se asemeja a un verdadero aparato bucal, que se opone, casi irónicamente, a la “voz humana a la francesa” del primer teclado, mucho más ordinaire… En la nómina de inventos destaca también un magnífico “oboe” torneado en madera para el tercer teclado, con su correspondiente “fagot” de mano izquierda, así como un “clarín” harmónico que se toca desde el segundo teclado, y que precede de varias décadas a los que inventarían en el siglo XIX algunos organeros franceses.