Descripción
A che Bellezza!
Arias y cantatas del Seicento
La polifonía dominó por completo la música del siglo XVI, pero el nuevo clima intelectual instaurado por el humanismo renacentista desde finales de la centuria anterior había empezado a erosionarla mucho antes de que en Florencia un grupo de nobles e intelectuales propusieran una práctica musical asentada en otros principios.
Ya en el Dodechakordon, Henricus Glareanus defendía en 1547 no solo la validez sino incluso la superioridad de la monodia sobre la polifonía. Más tarde Gioseffo Zarlino se vio atrapado en una disyuntiva que fue incapaz de resolver: teóricamente, aspiraba a una música racional, asentada en un orden natural y matemático, del que se derivarían los principios de la moderna tonalidad; en la práctica, la polifonía dominante en su tiempo le impidió extraer todas las consecuencias que se derivaban de esa primordial intuición.
Serían los miembros de la Camerata Bardi los que darían el paso definitivo, llevando a la práctica las teorías de Zarlino para establecer un nuevo paradigma en la relación entre música y palabra. Pues en el fondo era eso lo que estaba en juego. Si la música aspiraba a conmover a los oyentes, si tenía que ser un instrumento para “mover los afectos”, el canto monódico y la armonía funcional se convertían en herramientas mucho más útiles que el antiguo sistema modal y el canto polifónico.
Fue Vincenzo Galilei quien en su célebre Diálogo de la música antigua y de la moderna (1581) estableció las bases del nuevo sistema, identificando la polifonía contrapuntística con la barbarie gótica y la monodia acompañada con la más genuina tradición de la Grecia clásica. Pero la defensa del nuevo estilo no se hacía sólo por el hecho de que se pensara que era el mismo que habían usado los griegos, sino porque se fundaba en la naturaleza y la razón. Como cada modo musical representaba un ethos, esto es, transmitía unas emociones concretas, la polifonía no resultaba sólo inconveniente por la confusión lingüística y musical que generaba la mezcla de voces, sino porque al superponer por norma diferentes tipos de escalas, hacía confuso y muchas veces contradictorio el efecto que se causaba en el oyente.
Se requería por ello una música que no sólo permitiera la comprensión cabal de las palabras, sino también que fuera capaz de conmover de forma clara y distinta el ánimo de quien escuchara. La relación entre música y palabra quedaba así asentada en un principio racionalista y natural, que apostaba por la capacidad expresiva antes que por la pura belleza hedonística del sonido. Sobre estas bases, los músicos e intelectuales florentinos de la Camerata Bardi fundaron el melodrama que andado el tiempo fue llamado ópera.
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